lunes, 14 de diciembre de 2009

FÚTBOL, UNA ADICCIÓN GLOBAL.

La adicción por el fútbol se ha instalado en todas las clases sociales.
Todos los recintos, hospitales, escuelas, conventos, cárceles, partidos políticos, restaurantes y tugurios, bueno hasta las altas esferas y los centros de poder político y económico ha penetrado sin barrera alguna este vicio multitudinario, llamado deporte y conocido mundialmente como Fútbol-soccer, que en mayo del próximo 2010cumplirá 105 años de haberse organizado a nivel mundial.

Con el alumbramiento de la FIFA no hubo nada de eso, por el contrario,
Cuando aquella creatura suelta su primer llanto, casi al unísono del nacimiento del siglo anterior el 21 de mayo de 1904, nadie le vio algún rasgo anormal que pudiera presagiar, que en aquel momento nacía el primogénito global de la “ Football Association Ltd”, un fenómeno prohijado desde la neblina londinense para el mundo.

Ante el estilo frío e indiferente de los parteros, la magia latina apenas era representada por Bélgica y Francia, pero la gélida personalidad de los parisinos, la sabemos más cercana a la indiferencia neoyorquina. Dinamarca, Suiza, Holanda y Suecia , que a la postre también resultaron socios fundadores, van incluidos en ese paquete de forzados turistas que alguna vez colonizaron las riberas del Delaware y el Hudson.

De ahí que, lo mas cercano a nosotros en el nacimiento de la FIFA, era España, con sus inacabables siglos de influencia árabe, con su ya legendario “Madrid Football Club” y el caballeroso André Espir al frente, pero sin duda, resultaron suficientes aquellos restos de cordón umbilical con la península ibérica, para encender la chispa futbolera, a pesar de que, los datos mas oscuros digan que el primer club de fútbol en nuestro país haya sido fundado por los ingleses a propósito de sus compañías mineras y petroleras en Pachuca y Veracruz respectivamente.

LA FLEMA BRITÁNICA, SACUDIDA POR EL FUROR LATINO

Al ver que la institución, desde su nacimiento, tomaba asombrosas dimensiones, no les quedó otra a los ingleses que se sentían dueños absolutos del soccer y el 14 de abril de 1905, la dirección de la "Football Association Ltd." reconoció a las asociaciones nacionales afiliadas a la FIFA y declaró también su afiliación, considerado éste, como un gran logro de la FIFA, el mérito se le atribuyó al Barón Edouard de Laveleye.

El Presidente de la Unión Belga de Sociedades Deportivas Atléticas logró borrar, con gran empeño personal, las últimas dudas de los británicos. El Barón fue el primer miembro honorario de la FIFA.

La coyuntura se da el 1º de mayo de 1904, por primera vez en un partido internacional oficial las selecciones de Francia y Bélgica se enfrentan. E inmediatamente, los secretarios de las dos asociaciones, Muhlinghaus y Guérin platican por primera vez el asunto y toman la iniciativa de invitar a las demás asociaciones a la asamblea de la fundación. El fútbol profesional comenzaba a organizarse internacionalmente.

El sentido mágico de lo que sería este deporte enloquecedor de las grandes masas, hubiera tocado la fina orientación de Jules Rimet, para decidir en organizar el primer mundial en el Continente Americano y precisamente en Uruguay. Mirando la influencia latina en este negocio no es de asombrarse que los primeros miembros de ultramar fueron: Argentina y Chile en 1912. Porque fue justamente este el verdadero comienzo de la actividad mundial de la FIFA. Se daba así el primer paso en el camino de la expansión.

LOS INGLESES FUERA DE LA JUGADA

Por ello, aseguramos que los ingleses en este negocio de enloquecer al mundo, siempre serán segundones porque ellos inventaron este juego con el simple objetivo de correr tras una bola, era algo que obedecía más a necesidades ambientales, que las prioridades lúdicas de todo ser humano.

Los ingleses inventaron el soccer, más para olvidarse del horrible clima que padecen, que por parvedades deportivas. Todo parecía condenado al fracaso hasta que llegaron los latinos.

Solo ellos fueron capaces de concebir que a la simpleza del juego se le podía inyectar algo de magia, y no solo correr tras la bola para patearla al azar. Por el contrario, se trataba de forjar un avance espectacular y orquestado sobre la valla enemiga que mantuviera al espectador con el corazón en un hilo de la emoción, al filo de las gradas.

El asunto estriba en alcanzar la pelota hasta poseerla y cortejarla como a una dama, danzar juntos al ritmo del Birimbau, abrazarla entre las piernas, rozándola apenas con los pies, flotando, sobre el pasto. Los contrarios podían ver como los cariocas pasaban sambando con ella rumbo a su meta. Impedirselos : Jamás.

Los uruguayos no se quedan muy atrás, tienen bien ganada fama que una vez en posesión de la ella, son expertos en tallarla con los pies y acariciarla por todo el campo, antes del lance final que culmine con la bola metida por el ángulo mas estrecho de la portería.

Tocarla ahí con paciencia y maestría, apoderarse de ella, hacerla girar por el medio campo con sensualidad inaudita, como gusta a los argentinos al bailar tango, antes de salir largo y tendido por toda la raya de la banda, con la clara intención de meter un centro que martilleé la bola con la cabeza hasta la parte mas secreta y excelsa de la red. Perseguirla si, corretearla y alcanzarla, apretarla entre las piernas y saltar con ella entre dos rivales como lo hace el gran Cuauhtémoc Blanco rumbo al éxtasis que hace gritar a 100 mil gargantas...Gooool!!

CAMPOS E HIGUITA ARTISTAS DEL SOCCER

Antes del mexicano Jorge Campos y el colombiano René Higuita, los porteros ingleses se la pasaban revolcándose en el lodo, fue a partir de estos dos innovadores del arco, verdaderos artistas bajo los palos, que el papel de los porteros cambió radicalmente, para dejar de ser “el relleno” del equipo, puesto que siempre se le daba al menos dotado de la oncena, “a ver tu vete de portero”. Eran simples ujieres de la estadística. Hoy son verdaderos protagonistas y no hay cancerbero del mundo que cobre la pena máxima mejor que el rudo y certero Chilavert.

Los ingleses jamás olvidarán, que hubo de venir un brujo de la selva colombiana para darles cátedra de cómo se para un tiro de media distancia que viaja a mas de noventa kilómetros por hora con etiqueta de gol. ¿ Como detener ese tiro sin meter las manos? Sólo había una forma: “El Vuelo del Escorpión” y la receta milenaria era exclusiva de Higuita. Él como todo paranormal, puso sus condiciones, para ello fue necesario utilizar el santuario mayor de los británicos antes de que desapareciera bajo la picota y los escombros: El Estadio de Wembley.

EL VUELO DEL ESCORPIÓN

El momento lo justificaba, no es cualquier cosa ir a vender “crema y nata de fútbol” envasada a los hijos de Clemente Jaques. Así, en partido formal, llegado el momento preciso, Higuita se concentró al máximo, el público que abarrotaba el lugar tuvo un presentimiento de que algo inusual iba a ocurrir frente a sus ojos, mas de cincuenta mil almas dejaron de respirar por unos segundos, es la única vez en toda la historia del fútbol inglés, que se recuerde que los “juligans” dejaron de escandalizar por un instante.

El disparo llegó con la precisión de un mísil.
Higuita ya lo tenía medido. Arquero macondiano al fin, levanta los brazos con lentitud hasta extenderlos en una perfecta cruz, como remontaría su vuelo el ave fénix, sus músculos crispados envuelven el sistema nervioso que programa un clavado al abismo insondable de la libertad.

Higuita se lanza hacia al frente para ejecutar un giro de una plasticidad divina de 180 grados, que termina colocando cara a cara los tachones de sus zapatos como un coletazo de escorpión que pica de muerte el balón en pleno rostro para arrojarlo varias decenas de metros fuera de la portería.

El graderío sufre entonces un paro respiratorio multitudinario al contemplar aquel lance más allá de las palabras, sólo capaz de ser plasmado por la habilidad de ensueño de un maestro de la pintura.

Hoy a 105 años después, el edificio trasero de la sede de la Union Francaise des Sports Athlétiques, todavía está ahí, de pie, incólume, en silencio, mudo testigo que hubiera visto dar sus primeros pasos en el número 229 de la calle Saint Honoré de París, presente desde el nacimiento de una institución que ha puesto al mundo a rodar detrás de una pelota de futbol: La FIFA.

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