viernes, 30 de octubre de 2009

EL OSCURO PLACER DEL JUEGO

EL OSCURO PLACER DEL JUEGO




El juego es la principal actividad del hombre, pero no lo admitirá jamás, pues entonces perdería la médula de su encanto. Se aferra a él, cual zángano devora el néctar de una flor.

Haremos hasta lo imposible por ocultarlo. Es más , con tal de no admitirlo ni bajo tormento, lo hemos bautizado como “trabajo” o “negocio” para darle un aderezo que haga comestible esta agradable mascarada.

El juego y el placer forman un binomio indisoluble desde antes que se inventara la escritura. Alguien muy astuto, concibió que si ese potaje era dado de beber y consumir sin remilgo por las masas en un escenario espectacular, podría mantenerlas sumisas para sus mas secretos fines de dominación : dinero, placer y poder político.
Descubrir y perfeccionar la rueda, marcó un hito. A partir del axioma de que la vida es circular: todo nace y muere, o sea, todo aparece y desaparece sin ninguna explicación anterior o posterior a este misterioso hecho, descifrarlo era algo tan inútil como imposible, al hombre no le quedó otra que jugar con el curvado enigma.

El circo romano parecía el summum perfecto, pero había algo ahí, que lo hacía demasiado burdo y evidente. Hasta se hizo famosa la frase de: “ Al pueblo, pan y circo”. Los peninsulares de entonces “capiscaron” que les estaban dando espaguetti con el dedo.



Faltaba algo, pero ¿Qué? Se preguntaron inicuamente, hasta que regresando sobre el circulo una y otra vez, les gustó jugar con esa idea, cosa que finalmente, terminó inventando la pelota.

Derivar al juego de la pelota, rodeado de un escenario espectacular, sólo un cabello lo separaba. Esto explica porqué el circo romano, con el tiempo ha llegado a ser una pálida sombra, sobre el ya de por sí, oscuro objeto del juego, echarle un vistazo a las nuevas deportivas lo confirman sin tapujos.
El caso es que el juego de la pelota, en este caso el “jurgol” como le llaman en algunos lugares de la madre patria, para opinar se necesita primero un certificado, no precisamente de alguna academia virtual, sino haber mamado los conocimientos de este juego, en algún llano o potrero.

Primero como jugador y si esto, nunca fue posible, como “alumno de sol” o sea en la universidad de mayor prosapia a la que pueda asistir un adorador del “jurgol”: el graderío de cemento caliente, a donde va toda la raza, la palomilla, la hinchada, o las barras como eufemísticamente le llaman ahora.

No hay conocedor en el mundo, que opaque al brillante aficionado de “Sol”. Pese a ello, el nóbel colombiano, Gabo como mundialmente se le conoce ahora que cumple los ochenta años de vida a Gabriel García Márquez cuenta en qué partido de fútbol se convirtió en desaforado hincha. ..

“...y entonces resolví asistir al estadio. Confieso que nunca en mi vida he llegado tan temprano a ninguna parte y que de ninguna tampoco he salido tan agotado. Nunca había tomado la iniciativa de convertirme a esa religión dominical del fútbol, jamás llegué a sospechar que alguna vez me iba a convertir en ese energúmeno, limpio de cualquier barniz que pueda ser considerado como el último rastro de civilización que fui ayer en las graderías del municipal.

El primer instante de lucidez en que caí en la cuenta de que estaba convertido en un hincha intempestivo, Ahora me explico por qué esos caballeros habitualmente tan almidonados, se sienten como un calamar en su tinta cuando se colocan, con todas las de la ley, su gorrita a varios colores”.

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